domingo, 25 de septiembre de 2011

Pase libre para el samba

De vez en cuando pienso en mi falta de practicidad. Suelo atribuirlo al constante samba mental en el que me sumerjo: estado de abstracción diario, desenfrenada asociación libre y un vínculo muy estrecho con el hábito de procrastinar. Todos contribuyen a mi capacidad especial para resolver conflictos cotidianos. Este asunto de girar el techo para cambiar la bombita y todos sus contribuyentes, me caracterizan y a veces bastante.

En eso pensaba el domingo mientras estábamos con mi mamá en el geriátrico visitando a mi abuela Aurelia. El Alzheimer la tomó por sorpresa y ella ya no se sorprende de nada. Mientras merendaba, una enfermera le hablaba al oído, muy cerca, con un tono por demás infantil: -“Abuelita, cómase todo el pan con manteca…”-. Yo no dejaba de observarla, su mirada perdida tomó el lugar del cachetazo que le hubiera dado a quien se le acercara de ese modo tan solo un año atrás. Siempre fue muy impulsiva, desubicada, agresiva: una personalidad un tanto complicada. Pero yo la amaba, como ahora, cuando ya de todo eso, no queda nada.

En la película Tarnation de Jonathan Caouette, la madre del protagonista es sometida a electroshock reiteradas veces y finalmente es despojada de su personalidad, casi en su totalidad.

Hace unos meses, mi primo sufrió un grave accidente de moto y ahora todos dicen “es otro”.

Pienso, las prácticas de electroshock te queman la gorra, el alemán te vuela la galera y un accidente feroz, te puede dar vuelta y de un modo azaroso dejarte al anverso o reverso.

Tu intangible subjetividad, esos rasgos que te caracterizan, de pronto se pueden pulverizar.

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